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¿Por qué sudas más a medida que aumenta tu estado de forma?

Si te ima­gi­nas a dos per­so­nas de dife­ren­te nivel de for­ma físi­ca entre­nan­do jun­tas, es fácil visua­li­zar al que no está en for­ma sudan­do mucho mien­tras que el que está más en for­ma pare­ce estar fresquísimo.

Sin embar­go, te sor­pren­de­rá saber que en reali­dad se suda más a medi­da que se gana for­ma física.

La razón se redu­ce a cómo se regu­la el calor.

Tabla de Contenidos

Producción y disipación del calor

Por mucho que se per­fec­cio­ne la téc­ni­ca, el ejer­ci­cio (des­de el pun­to de vis­ta del cuer­po) no es espe­cial­men­te efi­cien­te. Una gran par­te de la ener­gía que­ma­da para el movi­mien­to se des­ti­na en reali­dad a la pro­duc­ción de calor y no al movi­mien­to. Por eso, inclu­so en un día frío, en el que nece­si­tas un gran abri­go para man­te­ner­te calien­te duran­te los perio­dos de inac­ti­vi­dad, pue­des pasar mucho calor cuan­do corres o mon­tas en bici­cle­ta sólo con ropa ligera.

Esto supo­ne un pro­ble­ma, por­que la tem­pe­ra­tu­ra cen­tral del cuer­po tie­ne muy poco mar­gen de manio­bra antes de que el sobre­ca­len­ta­mien­to se con­vier­ta en un pro­ble­ma que pon­ga en peli­gro la vida. Un aumen­to de 37 a 40 gra­dos es sufi­cien­te para poner­te en ver­da­de­ros pro­ble­mas, por lo que tie­nes que ser capaz de des­car­gar el calor al exte­rior de for­ma efi­caz si quie­res tra­ba­jar duro duran­te lar­gos perío­dos de tiempo.

La sudo­ra­ción es el méto­do más efi­caz del cuer­po para disi­par el calor, ya que la eva­po­ra­ción del agua de la piel se lle­va una gran can­ti­dad de ener­gía tér­mi­ca. Por eso se sien­te mucho frío al salir de la pis­ci­na o del mar, inclu­so en un día cáli­do, ya que la cubier­ta ini­cial de agua se eva­po­ra rápi­da­men­te hacia la atmós­fe­ra, lle­ván­do­se el calor con ella.

Cómo se adapta el cuerpo al aumento de la condición física

A medi­da que uno se pone en for­ma, uno de los prin­ci­pa­les (y desea­dos) efec­tos secun­da­rios es que pue­de que­mar más ener­gía con mayor rapi­dez y, por tan­to, man­te­ner una mayor inten­si­dad de ejer­ci­cio duran­te más tiem­po. Pero como la pro­duc­ción de calor está vin­cu­la­da a la inten­si­dad del ejer­ci­cio, tu cuer­po tam­bién se calien­ta más rápi­da­men­te cuan­do estás más en for­ma y, por lo tan­to, tie­nes que mejo­rar tu capa­ci­dad de refri­ge­ra­ción para hacer fren­te a esta demanda.

Una de las prin­ci­pa­les for­mas de hacer­lo es dis­mi­nu­yen­do la tem­pe­ra­tu­ra cen­tral a la que se empie­za a sudar. El cuer­po tam­bién aumen­ta el rit­mo gene­ral de pro­duc­ción de sudor.
En pocas pala­bras, a medi­da que te pones en for­ma, pue­des tra­ba­jar más fuer­te y pro­du­cir más calor, por lo que el cuer­po res­pon­de a esto ”aumen­tan­do” su res­pues­ta de sudo­ra­ción y empe­zan­do a sudar antes para redu­cir el ries­go de sobrecalentamiento.

Vol­va­mos a la idea de los dos atle­tas de dife­ren­te nivel de for­ma físi­ca. Si esco­ge­mos a un corre­dor de mara­tón de éli­te y a alguien que aca­ba de empe­zar a entre­nar y les hace­mos correr jun­tos a 5 minu­tos el kiló­me­tro, esto sería una inten­si­dad rela­ti­va de ejer­ci­cio muy baja para el corre­dor de éli­te en com­pa­ra­ción con su velo­ci­dad máxi­ma. Pero podría ser lite­ral­men­te lo máxi­mo que pue­de hacer el novato.

En este esce­na­rio, el nova­to segu­ra­men­te suda­rá más por­que está tra­ba­jan­do rela­ti­va­men­te más fuer­te. Pero si hace­mos que el atle­ta pro­fe­sio­nal corra a una inten­si­dad rela­ti­va simi­lar (qui­zás algo así como 3:30 minu­tos el kiló­me­tro), suda­rá más que el nova­to, debi­do a que tie­ne una res­pues­ta de sudo­ra­ción mejor desa­rro­lla­da en general.

Otros factores que pueden influir en la tasa de sudoración

El esta­do físi­co no es el úni­co fac­tor que afec­ta a la tasa de sudo­ra­ción; algu­nas per­so­nas sim­ple­men­te sudan más que otras, inde­pen­dien­te­men­te de lo entre­na­das o no que estén. La gené­ti­ca desem­pe­ña un papel impor­tan­te en la deter­mi­na­ción de la tasa de sudo­ra­ción de un indi­vi­duo, así como el tama­ño del cuer­po: las per­so­nas más gran­des sue­len tener la capa­ci­dad de pro­du­cir más sudor que las más peque­ñas, sim­ple­men­te por­que tie­nen una mayor super­fi­cie cor­po­ral y más masa mus­cu­lar para gene­rar calor. Los hom­bres, por tér­mino medio, tam­bién sudan más que las mujeres.

Ade­más, la acli­ma­ta­ción al calor pro­mue­ve un aumen­to de la tasa de sudo­ra­ción por la mis­ma razón bási­ca que el aumen­to de los nive­les de for­ma físi­ca (es decir, es un meca­nis­mo de “defen­sa” para evi­tar un aumen­to exce­si­vo de la tem­pe­ra­tu­ra cor­po­ral cen­tral). Por últi­mo, algu­nos fár­ma­cos, afec­cio­nes médi­cas, ali­men­tos y otros fac­to­res (por ejem­plo, el estrés psi­co­ló­gi­co) pue­den influir en la tasa de sudo­ra­ción. En otras pala­bras, hay muchos fac­to­res que afec­tan a la can­ti­dad de sudor, y la for­ma físi­ca es sólo uno de ellos.

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